La cosecha de nuestras madres

La autora reivindica la subjetividad de los marginados o excluidos por diferentes regímenes de opresión en los que se interrelacionan la homofobia, el racismo, el clasismo y el machismo. Reflexiones sobre la maternidad lesbiana, las relaciones entre la política, la economía y la salud de las mujeres y las limitaciones del mundo académico como espacio de reivindicación y denuncia.

La opresión de género está activa en el mundo. A pesar de nuestros logros, la vida de cada mujer contemporánea sucede en condiciones históricas de hegemonía patriarcal. Las maneras de vivir de los hombres y de realizar sus identidades, los acontecimientos y los hechos que caracterizan al mundo actual tienen una evidente impronta patriarcal. Por ello, Los cautiverios de las mujeres está vigente como esfuerzo para teorizar y aproximarse a la opresión de las mujeres, madresposas, monjas, putas, presas y locas.

Cien años después, ser una mujer, política, guerrera, feminista, que hace su trabajo, sigue siendo un desafío. Hoy como ayer, la escritura de las mujeres inteligentes se llena de ironía y humor, clarividencia y confianza.
La luchas de Clara Campoamor son varias: por abolir la prostitución, sueño que consigue con la llegada de la Rapública después de infructuosos intentos; cambiar la jurisprudencia para abolir la pena de muerte y el empleo infantil, y el voto femenino, por cuya consecución fue abandonada por el partido radical.

En este libro se cuenta la historia del descubrimiento, en el movimiento político de las mujeres, de las palabras preciosas que han ido nombrando el sentido libro de la diferencia sexual femenina. Es un libro trabajosamente traído al mundo por los grupos de autoconciencia que se reunían y se reúnen en Milán en torno a la Librería de mujeres. La política que narra, en el tono casi oral de las reuniones, son figuras hechas de trazos, como los bosquejos, abiertas siempre a la interpretación y a la aceptación, el rechazo o la modificación por parte de quien con ellas se encuentre.

Nuestra cultura está atravesada, desde la Edad Media hasta nuestros días, por un filón de oro, por un verdadero tesoro. Son los textos de las mística femenina o, como la autora pefiere decir, de la teóloga en lengua materna, porque "mística" y "místico" se han convertido en etiquetas que corren el riesgo de aislar entre especialistas palabras y experiencias que pueden estar en nuestra mente como el pan en la mesa: preciosas y corrientes.