Para entender las prácticas de creación y recreación de la vida y la convivencia humana, hace falta, primero, caer en la cuenta de que las relaciones sociales son tan solo una parte de las relaciones humanas. En las relaciones sociales, las mujeres tendemos a ser poco significativas o a estar incómodamente, como han podido comprobar con amargura y con rabia la historiografía feminista y algunas políticas de profesión.
En las relaciones humanas somos, en cambio, las protagonistas, las que nos movemos con gracia y con autoridad, o sea, las señoras del juego.